martes, 24 de diciembre de 2019

La memoria n'onde ardía (les memories del comandante Flórez)


En 2006 punxi clas d’asturianu nel centru asturianu de Rosario. Un día, una muyer averóme un sobre. Dientro veníen siete sábanes de fotocopies, escrites a máquina, chiscaes dacuando de tachones o correcciones a mano. Llamábase Carmen.  Y aquello resumía les memories del home, Manolo, que morriere diba venti años. Guardé’l sobre nel maletu del ordenador y nun eché cuenta más d’ello.
             Esti brañu tocó mudanza. Hubo que mover quintales de llibros y papelorios. Tres mudances equivalen a un incendiu, dicen. Pero nestes llaparaes de la mudanza (la segunda que fago) allumé un descubrimientu: aquelles fueyes endolcaes nun sobre nel qu’a llapicera escribiere «Memories» salieron a flote como’l mensaxe al mar nuna botella.
             Sentéme pa descansar de tantu trepe y púnxime a lleer.
             Ensin lliteratura, una voz cansao dictaba, dende la cama y la malura, los rescualdos d’una vida dedicada a la llucha. La historia grandona, la que vien nos llibros, en mayúscules suena estremao contada polos protagonistes.
             La derrota d’una utopía y el restu d’una vida viviendo nesti doble destierru: el de la patria y el del mundu que nun foi a ser.
             Punxí-y un mensaxe a Sergio Montero, artífice del perpreciosu documental Los labios apretados: «Tengo una cosa que va prestate daveres»
             L’otru día, en portal, entrugábame: «¿La muyer yera de Llatores y atopástila en Rosario? Vas tener les memories de Flórez» dicía con plasmu.
             Contóme qu’eses memories perdiéranles na Fundación Barreiro y Ramón Piñeiro, el gran estudiosu del tema, nun les llegare a ver. Montero falara cola familia allá en L´Arxentina, pero la muyer de Flórez, Carmen, carez de la enfermedá doliosa del escaezu y la fía nun sabía nada.
             La vida y la memoria tien estes coses de llaberintos: crucié l’océanu pa poner clas d’asturianu y alcontré la memoria d’un comandante de La Güeria que morriera venti años atrás. Esi sobre durmió ne batavoléu del escaezu, al debalu nel estaribel de la vida hasta qu’un día, al atopalu rexurdió de nuevo la voz cansao de Flórez.
             Otru rapaz  de L’Entregu, que cruciare l’océanu en cata d’ello, atoparíalo, frente por frente, nel portal de casa.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Segunda Piel, cantar contra'l racismu


De les satisfacciones que llevé nel desendolcu de la mio vida como docente ta'l cantar que compunxi pal día contra'l racismu, a petición de la mio compañera, María, de Música nel añu 2017, el primer cursu (2016-2017) de tar nel IES JJ Calvo Miguel. La lletra que-y entregué foi esta, y con estes blimes fizo un cestu bien guapu que ye lo qu'enseño como muestra de que l'alumnáu del institutu ye'l valor que más cotiza al alza.

Sé que te han dicho
que mi acento es distinto
que no le rezamos al mismo Dios
que nuestras palabras son distantes
que no hay un instante
de reconciliación
entre los dos
dzień dobry bon jour a toutes les persones
Sé que te han dicho
Que todo es distinto
Que entre los dos
Media un mundo
Un universo lleno de galaxias
Multicolor
dzień dobry bonos díes bon jour a toutes les persones
Sé que te han dicho
Que todo es distinto
Que hay un abismo
Entre tu y yo
Bon giorno dzień dobry bon jour a toutes les persones

Bienvenidos al mundo
Donde todo es diverso
Donde no hay sono un verso
Para cada canción
Bienvenidos al mundo
Que está amaneciendo
Propagándose adentro
De entre los dos
No hay globalización
Sino un viaje al fondo
Sino un viaje aquí hondo
De nuestro corazón
Bon giornodzień dobry bon jour a toutes les persones

Mírame a los ojos y dime
Dime qué ves
Bajo mi cuerpo guardo
Una segunda piel
Distinta, no tiene color
Ni blanca ni negra
Solo amor y dolor
La tiñen, y mira
Mírame a los ojos
Una y otra vez debajo
Guardo mi segunda piel
Es un espejo, asómate
Te verás como eres
Con tu segunda piel,
No hay razas ni etnias,
Hombre o mujer,
No hay diferenciación
Los seres humanos
Somos hermanos
Tenemos corazón y alma
Y si miras
Me dirás qué ves
Debajo, abajo, de mi segunda piel
Es el único idioma que puedo comprender
Es el único dialecto en que te voy a entender
Lo importante
Quizás no se ve
Le buscamos palabras para darle ser
Amor, hermano, también compasión,
Con pasión yo te canto
Y no con color de piel,
Cierra los ojos, dime qué ves
Dime que sientes mi segunda pìel
Es un párpado fino
no hay racismo
cuando triunfa el amor
los ojos se cierran para sentir el calor
cercano a tu segunda piel
si me ves y te veo sabré quién es
la persona que tengo delante, sabrá
comprender
que nada es más importante
que mi segunda piel.

Una conferencia de vívida literatura vivida ( presentación del libro "El conferenciante" de Javier García Cellino)


Para quienes los buscamos y los coleccionamos, tienen algo de racimos de uvas o garrapiellos d’ablanes los libros de cuentos y de relatos, pequeños frutos que penden de la unidad y que, aunque compartan la caña, son distintos entre sí: agraces o dulces, maduros o verdes….
Con un libro de relatos acontece lo mismo. Son distintos los frutos que penden de la misma rama, y distinto el sabor que nos deja en el cielo de la boca.
Javier García Cellino ha reunido un tercio de su vida (literaria) en el libro de relatos que lleva por título El conferenciante (Septem, Uviéu, 2018) y cuya unidad reside en la personalidad del autor mismo, en la visión que ha ido adquiriendo a lo largo de toda una vida de lecturas, escrituras y diálogos con la literatura propia y la de ajenos. Como los anillos que deja el paso del tiempo en el corazón del tronco y que solo se perciben al abrirlo, así el lector puede ir contando las estrías literarias que vida y lecturas han dejado en la narrativa corta del autor langreano.
El conferenciante se concibe como una lección de literatura resuelta en once relatos. Estos los preside una prosa sobria y, como se dice en el argot de los escritores, con unos escenarios “bien amueblados”, es decir, para profanos, se percibe una labor de documentación trabajada con el propósito de hacer creíble, de incrustar en lo verosímil, la ficción: “La línea Maginot” y “Los buenos tiempos” son, en este sentido, los mejores ejemplos.
A medida que viajamos en la lectura percibimos que hay una búsqueda hacia el interior del relato y hacia el exterior de la geografía; un viaje hacia el más difícil todavía, precedido del redoble de tambor que se escucharía en el circo de “Bobby hasta el final de los siglos”. Javier Cellino busca desligarse de sí mismo en los relatos. Quedarse a solas con la literatura, con la tensión cortazariana que haga del relato un todo que sea capaz de sostenerse por sí mismo.
Y para ello prescinde de sí mismo. En sus relatos, Javier García Cellino no quiere ser él ni sus circunstancias. Nada hay que nos permita ubicarlo, a él o a sus personajes, en una coordenada espacial a través del lugar donde se sitúa la acción –en tan pocas ocasiones aparece alusión a algún topónimo-, ni siquiera el nombre de los personajes, que muchas veces recuerdan apellidos ultramarinos, cuando no son alemanes o franceses, de acuerdo con la ambientación del relato. Nada, ni un mínimo guiño, como había hecho, por el contrario, en la novela Círculos de tiza, a su contexto personal o a su biografía. Sí se permite el uso de ciertas licencias líricas en algunas descripciones, metáforas que solo la mirada de poeta puede hacer reposar en la prosa, con delicadeza, sin hacer daño o estruendo con el resto.
Además del autor, además de esa apuesta por una mirada comprometida solo con lo literario, ¿qué otra característica baña las once piezas de este libro? Inconfundiblemente el sabor, entre ácido y amargo, de una dulce ironía. La mayor parte de los once relatos que componen la entrega, se resuelven por la vía de ironía “ex machina”, un recurso que arranca una sonrisa al lector y deja sumidos en el mar de la desolación a los personajes.
Es la ironía final una constante en este muestrario hasta el punto de que se hace previsible que todo será imprevisible: desde el primer relato (biológicamente o cronológicamente hablando, es decir, escrito), “El sur”, hasta el primer relato (el primero que se encontraran cuando partan el árbol, que de celulosa arborescente se trata la materia con la que se componen los libros), “Los buenos tiempos”.
Los personajes, que fantasean o echan mano de argucias ficticias para sobreponerse a las particulares desgracias cotidianas, acaban derrotados por una ironía que cercena sus esperanzas.
¿Es esa, acaso, la lección final de El conferenciante?