martes, 24 de diciembre de 2019

La memoria n'onde ardía (les memories del comandante Flórez)


En 2006 punxi clas d’asturianu nel centru asturianu de Rosario. Un día, una muyer averóme un sobre. Dientro veníen siete sábanes de fotocopies, escrites a máquina, chiscaes dacuando de tachones o correcciones a mano. Llamábase Carmen.  Y aquello resumía les memories del home, Manolo, que morriere diba venti años. Guardé’l sobre nel maletu del ordenador y nun eché cuenta más d’ello.
             Esti brañu tocó mudanza. Hubo que mover quintales de llibros y papelorios. Tres mudances equivalen a un incendiu, dicen. Pero nestes llaparaes de la mudanza (la segunda que fago) allumé un descubrimientu: aquelles fueyes endolcaes nun sobre nel qu’a llapicera escribiere «Memories» salieron a flote como’l mensaxe al mar nuna botella.
             Sentéme pa descansar de tantu trepe y púnxime a lleer.
             Ensin lliteratura, una voz cansao dictaba, dende la cama y la malura, los rescualdos d’una vida dedicada a la llucha. La historia grandona, la que vien nos llibros, en mayúscules suena estremao contada polos protagonistes.
             La derrota d’una utopía y el restu d’una vida viviendo nesti doble destierru: el de la patria y el del mundu que nun foi a ser.
             Punxí-y un mensaxe a Sergio Montero, artífice del perpreciosu documental Los labios apretados: «Tengo una cosa que va prestate daveres»
             L’otru día, en portal, entrugábame: «¿La muyer yera de Llatores y atopástila en Rosario? Vas tener les memories de Flórez» dicía con plasmu.
             Contóme qu’eses memories perdiéranles na Fundación Barreiro y Ramón Piñeiro, el gran estudiosu del tema, nun les llegare a ver. Montero falara cola familia allá en L´Arxentina, pero la muyer de Flórez, Carmen, carez de la enfermedá doliosa del escaezu y la fía nun sabía nada.
             La vida y la memoria tien estes coses de llaberintos: crucié l’océanu pa poner clas d’asturianu y alcontré la memoria d’un comandante de La Güeria que morriera venti años atrás. Esi sobre durmió ne batavoléu del escaezu, al debalu nel estaribel de la vida hasta qu’un día, al atopalu rexurdió de nuevo la voz cansao de Flórez.
             Otru rapaz  de L’Entregu, que cruciare l’océanu en cata d’ello, atoparíalo, frente por frente, nel portal de casa.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Segunda Piel, cantar contra'l racismu


De les satisfacciones que llevé nel desendolcu de la mio vida como docente ta'l cantar que compunxi pal día contra'l racismu, a petición de la mio compañera, María, de Música nel añu 2017, el primer cursu (2016-2017) de tar nel IES JJ Calvo Miguel. La lletra que-y entregué foi esta, y con estes blimes fizo un cestu bien guapu que ye lo qu'enseño como muestra de que l'alumnáu del institutu ye'l valor que más cotiza al alza.

Sé que te han dicho
que mi acento es distinto
que no le rezamos al mismo Dios
que nuestras palabras son distantes
que no hay un instante
de reconciliación
entre los dos
dzień dobry bon jour a toutes les persones
Sé que te han dicho
Que todo es distinto
Que entre los dos
Media un mundo
Un universo lleno de galaxias
Multicolor
dzień dobry bonos díes bon jour a toutes les persones
Sé que te han dicho
Que todo es distinto
Que hay un abismo
Entre tu y yo
Bon giorno dzień dobry bon jour a toutes les persones

Bienvenidos al mundo
Donde todo es diverso
Donde no hay sono un verso
Para cada canción
Bienvenidos al mundo
Que está amaneciendo
Propagándose adentro
De entre los dos
No hay globalización
Sino un viaje al fondo
Sino un viaje aquí hondo
De nuestro corazón
Bon giornodzień dobry bon jour a toutes les persones

Mírame a los ojos y dime
Dime qué ves
Bajo mi cuerpo guardo
Una segunda piel
Distinta, no tiene color
Ni blanca ni negra
Solo amor y dolor
La tiñen, y mira
Mírame a los ojos
Una y otra vez debajo
Guardo mi segunda piel
Es un espejo, asómate
Te verás como eres
Con tu segunda piel,
No hay razas ni etnias,
Hombre o mujer,
No hay diferenciación
Los seres humanos
Somos hermanos
Tenemos corazón y alma
Y si miras
Me dirás qué ves
Debajo, abajo, de mi segunda piel
Es el único idioma que puedo comprender
Es el único dialecto en que te voy a entender
Lo importante
Quizás no se ve
Le buscamos palabras para darle ser
Amor, hermano, también compasión,
Con pasión yo te canto
Y no con color de piel,
Cierra los ojos, dime qué ves
Dime que sientes mi segunda pìel
Es un párpado fino
no hay racismo
cuando triunfa el amor
los ojos se cierran para sentir el calor
cercano a tu segunda piel
si me ves y te veo sabré quién es
la persona que tengo delante, sabrá
comprender
que nada es más importante
que mi segunda piel.

Una conferencia de vívida literatura vivida ( presentación del libro "El conferenciante" de Javier García Cellino)


Para quienes los buscamos y los coleccionamos, tienen algo de racimos de uvas o garrapiellos d’ablanes los libros de cuentos y de relatos, pequeños frutos que penden de la unidad y que, aunque compartan la caña, son distintos entre sí: agraces o dulces, maduros o verdes….
Con un libro de relatos acontece lo mismo. Son distintos los frutos que penden de la misma rama, y distinto el sabor que nos deja en el cielo de la boca.
Javier García Cellino ha reunido un tercio de su vida (literaria) en el libro de relatos que lleva por título El conferenciante (Septem, Uviéu, 2018) y cuya unidad reside en la personalidad del autor mismo, en la visión que ha ido adquiriendo a lo largo de toda una vida de lecturas, escrituras y diálogos con la literatura propia y la de ajenos. Como los anillos que deja el paso del tiempo en el corazón del tronco y que solo se perciben al abrirlo, así el lector puede ir contando las estrías literarias que vida y lecturas han dejado en la narrativa corta del autor langreano.
El conferenciante se concibe como una lección de literatura resuelta en once relatos. Estos los preside una prosa sobria y, como se dice en el argot de los escritores, con unos escenarios “bien amueblados”, es decir, para profanos, se percibe una labor de documentación trabajada con el propósito de hacer creíble, de incrustar en lo verosímil, la ficción: “La línea Maginot” y “Los buenos tiempos” son, en este sentido, los mejores ejemplos.
A medida que viajamos en la lectura percibimos que hay una búsqueda hacia el interior del relato y hacia el exterior de la geografía; un viaje hacia el más difícil todavía, precedido del redoble de tambor que se escucharía en el circo de “Bobby hasta el final de los siglos”. Javier Cellino busca desligarse de sí mismo en los relatos. Quedarse a solas con la literatura, con la tensión cortazariana que haga del relato un todo que sea capaz de sostenerse por sí mismo.
Y para ello prescinde de sí mismo. En sus relatos, Javier García Cellino no quiere ser él ni sus circunstancias. Nada hay que nos permita ubicarlo, a él o a sus personajes, en una coordenada espacial a través del lugar donde se sitúa la acción –en tan pocas ocasiones aparece alusión a algún topónimo-, ni siquiera el nombre de los personajes, que muchas veces recuerdan apellidos ultramarinos, cuando no son alemanes o franceses, de acuerdo con la ambientación del relato. Nada, ni un mínimo guiño, como había hecho, por el contrario, en la novela Círculos de tiza, a su contexto personal o a su biografía. Sí se permite el uso de ciertas licencias líricas en algunas descripciones, metáforas que solo la mirada de poeta puede hacer reposar en la prosa, con delicadeza, sin hacer daño o estruendo con el resto.
Además del autor, además de esa apuesta por una mirada comprometida solo con lo literario, ¿qué otra característica baña las once piezas de este libro? Inconfundiblemente el sabor, entre ácido y amargo, de una dulce ironía. La mayor parte de los once relatos que componen la entrega, se resuelven por la vía de ironía “ex machina”, un recurso que arranca una sonrisa al lector y deja sumidos en el mar de la desolación a los personajes.
Es la ironía final una constante en este muestrario hasta el punto de que se hace previsible que todo será imprevisible: desde el primer relato (biológicamente o cronológicamente hablando, es decir, escrito), “El sur”, hasta el primer relato (el primero que se encontraran cuando partan el árbol, que de celulosa arborescente se trata la materia con la que se componen los libros), “Los buenos tiempos”.
Los personajes, que fantasean o echan mano de argucias ficticias para sobreponerse a las particulares desgracias cotidianas, acaban derrotados por una ironía que cercena sus esperanzas.
¿Es esa, acaso, la lección final de El conferenciante?

sábado, 30 de noviembre de 2019

Oficiu de reñer


El pensamientu débil llévanos a que nun seamos quien a enfretanos coles retos,  a que nun tengamos fuerza de voluntá suficiente como pa mentalizanos d’un sacrificiu. De les munches nueves profesiones que tán pa salir al mercáu llaboral, d’acordies col plantegamientu de los gurús económicos (hai profesiones que van desaniciase, dicen, y otres que tán por venir, como si descubrieren América nun vasu d’agua), la más recién ye la del oficiu de reñer.
             Ta a les clares que dicir que pagues pa que te reñan ye cosa de fatos, y entós gárrase un términu inglés: coach,  que na llingua del imperiu británicu quier dicir “entrenador” pero al cambeu, queda namás en “xente de natural reñedor”.
             Si quies ponete a dieta, nun pagues a daquién que seya nutricionista pa que te controle’l pesu, non: pagues a una persona pa que te reña como xubir te xubas a una báscula y ganares cien gramos. Y cada vez que ves un pinchu tortiella, mires pa otru llau sabiendo que nun pues, que’l vienres van reñete; si quies facer exerciciu y ponete en condiciones, nun pagues a un entrenador pa que te diga esto y aquello, pagues a una persona que te ruque la oreya tol día diciendo, venga, venga, nun esiste’l dolor… Si quies que la reciella saque bones notes, nun-y quites la play, nin el móvil, nin –y das una molleyada cuando se pon a ver clan: pagues a unes clases particulares y dices “…y si fae falta que-y deas un tortazu, das-ylu, que tienes el mio permisu”, que ye la función delegada de coach.
             La profesión del oficiu de reñer enantes facíenla en casa de baldre. Llegabes y teníes a daquién diciéndote: fae los deberes, recueyi la ropa del to cuartu, nun dexes nada en to platu, baxa la basura y de pasu xubi un calderu de carbón de la carbonera, vete a pol pan, trae’l periódicu, tienes la ropa planchao pa colocar, ¿nun tienes nada qu’estudiar?, ¡dexa la maquinina y ponte con historia!

             ¡¡La de coach que se pudieren formar en mio casa!!

viernes, 1 de noviembre de 2019

Nun nos entienden


Los detractores de la normalización social del asturianu, que se garantiza col reconocimientu de la oficialidá, dicen agora que nun entienden l'asturianu: pueden entender el inglés, son quien a aplaudir l’alemán o aplauden cualquier llingua, por minoritaria que seya, que se premie nos Premios Príncipesca. Espatuxen na çopera d’Uviéu cuando la megafoía fala n’asturianu pero aplauden l’italianu ensin normalizar de la ópera. Esta xente viaxao y políglota diz que nun nos entienden cuando falamos asturianu.  
          Hai que matizar. Nun ye posible que nun entiendan l'asturianu. Lleven tola vida riéndose coles chancies de los monologuistes, col chatina de Arturín, pidiendo fabes con llacón, pixín, riendo cola mio muralla de Farmacia de guardia, amarutándose n'antroxu, atropando portaes y titulares cola montera picona, y aplaudiendo los horros y frixuelos.
          Sí.
          Hasta cuando se ponen d'esplendor lleen unos poemes na Xinta Xeneral y creen quedar bien con stablishment cultural, esos escritores colos que cumplen lleendo unos versículos el Día de les Lletres. Porque es xente, aporfía, apoya l'asturianu: les fabes con tocín, el carbayón, l’oi ne y el al platu vendrás…
          Too pal asturianu pero ensin l'asturianu. Too pal asturianu de pegatina: “Con fabes y sidrina nun fae falta gasolina”.
          Y agora dicen que nun nos entienden. Nun entienden non lo que falamos, sinon lo que queremos.
          Tán llocos estos asturfalantes. ¿Qué ye lo que quieren agora?
          Y lo que queremos, ente otres coses, ye que nun se vuelva a dicir a naide que la so llingua (seya la que seya) nun val, ye de menos. Que nun se multe a un escolín, como pasó, por cada “ye” que diz en clas; que nun se-y dea la vuelta a los productos que tean etiquetaos n’asturianu y que  se puedan lleer con plena validez escritos como tesis doctorales redactaos nuna llingua milenaria qu’entá vive y que facemos porque lo faga con dignidá.
          Naguamos porque nengún falante tenga que tartamiellar y atetuxar nuna llingua que nun ye la de so porque xente señoritango-y diga que nun lo entiende. Seya conseyera de cultura, pastorina del Cuera o escolín de Casu. 

sábado, 19 de octubre de 2019

Les imposibles biblioteques de la biblioteca de mio vida


Por una peseta mio tía siempre cambiaba de mozu galanteador.
En frente casa mio güela había una tienda na que se cambiaben les noveles del oeste, les d’amor, los tebeos y otros llibros a peseta. Dacuando en vez mio tía de la que volvíemos del parque acercábase perellí y cambiaba la novela. Mientres ella escoyía una, yo diba maricando pelos otros caxones saborguiando les portaes porque malapenes yera bien pequeñu pa estremar les lletres d’aquellos títulos y namás m’entretenía mirando los santos: vaqueros desenfundando, cares de xeitu solitariu, mostruos perengrifaos y aparatos imposibles…
Un día echaron el piesllu a la persiana de madera y mio tía tuvo que quedase col mozu que-y tocara en suerte. Dende la ventana de casa mio güela siempre miraba pa la persiana de madera y col andar de los díes fui asitiando dientro d’aquel recintu los llibros que me prestaríe lleer. Nueches enteres dormí echando cuenta de los llibros ellí atrapaos. Quién veríe a los vaqueros desenfundando los revólveres pa matar a les políes, a los barcos pirates podreciendo por cuenta de la humedá, quién escucharía los sospiros quexicosos d’amor de les moces de les noveles rosa esperando pol galan que les desencantexase de tanta escuridá.
Años dempués un coche esfrellóse contra la persiana y vimos cómo sacaron de dientro’l mostrador y les estanteríes y cuatro coses que quedaben, ensin rastru de los llibros, namás unos exemplares marielluzos de La Voz de Asturias. Añeró en min ciertu sentimientu de desolación.
Esa mesma sensación túvila al cambiar de casa. De neñu taba amaláu siempre  y nun pudi facer la mudanza de les mios coses. Na casa nueva –tan grande, tan lluminosa, tan silenciosa ensin los rinchíos de les ripies nin el royer de los mures- pensaba nos llibros y xuguetes que de xuru mio ma dexaría aprovechando pa facer llimpieza. Durante años volví en suaños a abrir la puertona verde de madera, sentí los goncios y l’arume a trancao y pasée pelos cuartos d’aquella casa que paecía una casa quemada, recuperando aquellos territorios del abandonu y atropando los llibros y xuguetes que dexé perdayuri.
Tamién me quitó hores de suañu el piesllu de la Escuela El Coto. Hubo facese too a les carrenderes, porque taba pisando, y durante un tiempu l’edificu quedó baleru. Había un furacu fechu na parede y per él entraben los más avezaos.
«Nun entréis perende que ta a puntu caer» dicíen.
Y los que salíen sacaben gomes y bolís y dalgún cuadernu y dicíenme: “Si vieres la de llibros que quedaron dientro”. Y yo maxinaba tolos llibros que lleía nel recréu, aquelles colecciones d’Altea enllenes de dibuxos a color, aquellos llibros pelos que pasiábemos l’índiz pa deprender a lleer, ellí solos, traicionaos, esperando l’esfarraple final de los escombros colos que se diben amestar. Nun pudi ver cómo echaben abaxo la escuela: “somaticé” tanto aquella sensación qu’acabé galdíu na cama con trenta y munchos de fiebre.
Y cada poco fui enterándome de más biblioteques y más llibros echaos a perder. De la Biblioteca del Atenéu de Les Cubes diome cuenta’l mio bon compañeru Silvino Arias. Quemóse como represalia nel trenta y cuatru. Sicasí, hubo un intrépidu que foi quien a adelantase pa meter nun sacu lo que pudo y dir repartiendo pelos pueblos: a él tocó-y Todo en broma, de Vital Aza; la biblioteca ambulante de La Güeria, de la que tuvi nueves por Severino Antuña; los caxones enllenos de llibros y periódicos que’l bisgüelu de la mio muyer escondía nel sobráu de la casa y que guardiaba como’l mayor tesoru, escondiéndolos de los guah.es, caxones de los que naide foi quién a dame cuenta. Y la mítica biblioteca asturianista que duerme nos suétanos de La Cadellada de la que se falen maravíes…
Ayeri, rematando estes llinees en casa, miré en tientes pa la mio llibrería atacada de volumes onde yá nun hai sitiu. Decatéme d’hasta qué puntu la condicionaron eses otres biblioteques imposibles: llibros del rastru, llibros de segunda mano, llibros onde hai dedicatories ayenes, párrafos sorrayaos anotaciones… Llibros qu’anden al debalu pel tiempu y qu’anguaño reposen nes mios baldes ensin orde nin conciertu cola suerte en común de ser llibros exiliaos d’otros ex libris.
Son llibros que cuenten más histories que les que traen escrites, llibros solitarios nos que duermen sensaciones que son d’otros.
Llibros de biblioteques imposibles que conformen la biblioteca de mio vida.


miércoles, 25 de septiembre de 2019

Vesuvius: la llección que nun se tien qu’olvidar


«El llobu quier que les oveyes abandonen el rebañu. Xuntes, son fuertes. Una a una, alámpales… El llobu tenta convenceles de que yá nun les come, qu’eso son coses del pasáu, y que nun han tener mieu…».
     Nel Parque Pedro Duro, los xueves, dábemos vueltes cola xente de Duro Felguera. Mio pá contábamelo asina.
      El sábadu, nel mercáu de La Felguera, ventipicu años depués, yeren otros los pasquinos.
      L’últimu capítulu del espoliu de les cuenques, el más recién de la temporada, nun hai falta buscalu en nengún canal. Titúlase Vesuvius y vien precedíu d’otros: Alas aluminium, Venturo, Metalsa, los gomeros de Duro Felguera y les barricaes d’Hunosa.
     El casu ye que me vieno a la memoria aquello que mio pá me contaba. Dixéronnos que’l marxismu y la llucha de clases taba demodé, pasao de moda; pallabres como opresión, compromisu, solidaridá, memoria: desfasaes, yá nun s’estilen.
     Llamáime románticu o antiguu, pero hermánome del dolor colos que sufren; hermánome colos del futuru inciertu; coles víctimes d’un capitalismu (tamién demodé) xabaz que ruempe la tranquilidá del suañu de la xente de bien. Trabayadores, vecinos, amigos.
     Nos güeyos de los fíos de los trabayadores de Vesuvius atalanto’l mesmu turdeburde de cuando neñu: el fumu de les barricaes, el nun saber por qué, si namás queríen trabayar, habíen andar a la tema.
     «Dalgunes oveyes créenlu. Ye fácil. Ye meyor creyer una mentira falagosa qu’aceptar una verdá doliosa. Y marchen. Creen que tán a salvu. El llobu sábeles en grupinos y cuando quier, cuando-y convién, zampa una.»
     Otra vegada la voz de mio pá, cutiendo na memoria, mientres yo llevo al mio fíu garráu pel costazu y tomamos un pasquín. «¿Qué pasa, papa?», entruga.
      Y agora ye la mio voz la que-y cuenta la mesma historia: pa que nun la escaeza, pa que nun se repita. Llévolu a firmar, a desea-yos suerte, a caminar con ellos. Y dígo-y lo mesmo que me dicía mio pá naquelles tardes de xueves: «Contra más grande ye’l rebañu, más mieu tien el llobu; por eso caminamos con ellos: pa facelos fuertes y pa facenos fuertes.»
     
Vesuvius nun se pieslla.

viernes, 30 de agosto de 2019

Escombreres

Semeya de Valentín Vega

Ente los regodones, nates d’islán y cisca y pequí y acullá, como’l sarapicu, xurdíen les escombreres. Diba tiempu, dicía mio ma, cuando neña, anduvo al carbón, ensamando, albentestate.
     El vale de carbón vendíase pa sacar de comer y del andar a les escombreres sacábase pa calecer en casa. Dos lates tolos díes. Sábados y domingos tamién, que’l fríu y la fame nun entendíen de festivos. Dos lates y el restu a vender a los carboneros qu’arrieraben y –yos lo compraben a perra chica.
     El mundu, el so mundu dende los tres años, resumíase naquel monte negru que movíen y removíen.
Semeya de Valentín Vega
   Nun tuvo mio madre oportunidá d’estudiar más xeografía que nun fuera aquello y l’estudiu del clima y del tiempu yera’l que facía cada mañana, al esclarecerín, y llevantase y esclucar, per cima de la Campa l’Abeduriu, qué fríu traía’l día; si fadría falta l’hule de tornar l’agua. Mañanes y dalguna tarde removiendo col ganchu. Una lata, dos lates. El restu pa ganancia. Si’l día yera bonu, sacaba pa dir al cine. La ropa puerco pel faldón, los chanclos fundiéndose naquella tierra grebio. Fogueres de forgaxes contra’l fríu. L’arume del fumu qu’entá-y trae l’alcordanza d’una neñez arrampuñada. Dacuando había que ponese a calecer, los deos engarabidíos de frío. Muyeres ensamando, como pegues; solombres d’otres muyeres y de la guah.ería, ensamando.
     Namás agora soi a entender dafechu lo que mio ma me reprochaba si yo protestaba por baxar a la carbonera a rellenar el cubu, nes tardes de los noventa, na casa nueva de La Vega: «anda, y nun protestes, que tú sáqueslo a paletaes y baxes y xubes n’ascensor».
Miro les sos manes y entrúgome cuánto de fríu, d’agua, de carbón pañaron eses manes qu’entá son pa respirar cariñu y caricies.
Semeya de Valentín Vega
Quiciás aquel tiempu yera gris, como les semeyes de Vega qu’inmortalizaron a les carboneres; un tiempu sobriu, como’l poema de Chechu García sobre elles; un tiempu que merez la pena rescatar, como ta faciendo l’incansable Juánfer depués del mundu de los arrieros, de la mina de la Revenga (esti a comuña con Severino) y de los mineros de Bimenes.

jueves, 25 de julio de 2019

La casina les muñeques (y les panterines roses)


     Uno de los cantares de la banda sonora de la mio vida, uno de los cantares del branu, nun -y lu debo a Georgie Dan. 
     En xunetu, peles fiestes de La Llaguna, dende bien enantes de sentir el chiflu de los cachivaches, saludábanos la voz del feriante de «La casina de les muñeques y les panterines roses», la tómbola qu'aconceyaba xente y más xente frente al camión enllenu de regalos. Los sos estribillos entá ximielguen a aquel nenu que miraba, añu tres d'añu y colos güeyos estelaos, les novedaes: la bola que mola, la bicicleta de montaña, «qué alegría, qué alboroto, le toca el perrito piloto», «una chochona, le toca la chochona», «la casina les muñeques y les panterines roses». En casa dábenme una paguina diaria pa gastar peles fiestes y siempre arrampuñaba (quitándolo de los viaxes) pa echar un sobre cada cuando. El restu del tiempu restolábemos pel suelu, estráu de sobres y papeletes, dalguna con premiu que se-y pasare al dueñu. A un llau del escenariu, nun tendal y color ocre, «el sobretón que tien premios a mogollón», que costaba quinientes pesetes, y mil... Y yá entós deprendí qu'había clases y yo nun taba ente les del sobretón...
     Un añu, l'últimu qu'eché de neñu, siguí'l conseyu de mio güela: «mete la mano perbaxo, que los premios bonos tán al fondu». Nun solu sobre tocáronme tres xuguetes: un chochito, hermana pequeña de la chochona, un xiflu y un llaveru llinterna qu'usé dende entós pa baxar pola bici a la carbonera. Nun yeren grandes premios, nin me prestaben abondo («morralla», al dicir de mio pá; «meyor me dabes el chochito si nun quies que te llamen muyerina» dixo la mio hermana). Con too y con ello, aquella nueche, la primera que dormía con un chochito, sentíme'l neñu más afortunáu. 
     Enteréme que siguen per Avilés, pela Selmana Negra... Prestaríame llevar al mio fíu y merca-y un sobretón, que sintiere «ni la primi, ni la loto, lo que mola es el perroto piloto», convencíu de que'l premiu nun ye un xuguete, de qu'esi sobre ye una inversión n'ilusión. Y ye que yá se sabe. La vida ye una tómbola. Pero esi ye otru cantar.

viernes, 28 de junio de 2019

Nates d'islán


L’agua del Nalón baxaba negro « agora si quies pescar hai que dir ríu arriba, más allá de Carrocera. Ellí l’agua taba llimpio y veíense les truches cebase –enantes de que soltaren los pescardos que-yos comieron les güeves. De va tiempu, dicíen, yá nun remontaba la corriente’l salmón.
     N’agostu nunca fuimos de vacaciones. En xunetu tampoco. Agostu en L’Entregu yera un ermu. Costaba alcontrar un puestu abiertu onde vendieren flas. Los domingos, aburríu, acompañaba a mio pá a la güerta. Si’l sol testeronaba, qu’acubixase na chabola. Mio pá, cuando taba afogadizo, dicía: «vamos enfrescar». Y camín del ríu falaba. Enantes, nesi tiempu del abenayá, «a los mineros pagáben-yos parte del xornal en salmón, y tanto había, qu’hasta fexeron una güelga».
     De pequeñu, montaba la escuela y deprendiere a nalar nel pozu ratoneru, onde salíen puercos, namás que col focicu llimpiu de rellambese… «Y equí tamos». Al llegar metía los pies nel agua y tiraba de Ducados. «Nun vayas mui pa la poza, que yá sabes que to ma…» Mio má tenía la velea recurrente de que cayíemos al agua nuna riada y de qu’ella nos sacaba, afogaos. Espertaba en metada de la nueche, axorizada y diba venos a la cama.
«Por muncho que seya la crecida, hasta equí nun va llegar», protestaba mio pá.
     Namás n’agostu baxaba l’agua llimpio. En Carrocera’l llavaderu vertía lo impuro del carbón al ríu y ente los regodones formábense aquelles nates d’islán.
     Pa entós, a mediaos d’agostu, l’agua llimpiara parte del sarru de los regodones y paecía que’l ríu yera otru, aquel nel que nos bañábemos de guah.es, enantes de qu’en casa nos desficiéremos del coche, en La Chalana.
     Qué poco se necesita pa ser feliz.
     Cuento qu’aquelles tardes, percontaes, escases, quedaron grabaes nel mio maxín neto a les d’un neñu al que los pas lu lleven a Disneyland. Nes dos hai ingredientes apaecíos: lo estraordinario de ver aquel agua duce, llimpio calando peles resquiebres hasta la memoria y, dende la oriella, la mirada atenta d’un pá cuidando de ti de la qu’echaba’l pitu.

viernes, 31 de mayo de 2019

Ente turullu y turullu


     Vivía ente turullu y turullu, aturulláu. Trayíen-ylu a so madre dacuando en vez esfallecíu, cola ropa manchao de barru y de vómitu; dacuando cola cara fecha un Cristu si se punxere neciu…
    «Esto nun pue ser, nun pues siguir asina, Mancio. Si to padre te viere…»
     Desque la moza lu dexare porque quedare preñada d’un vecín, el rapaz nun llevantaba cabeza. Yera un desgraciáu. Yera lo qu’él lleía na mirada de tola xente, hasta na mirada de la madre que lu compadecía.
     «Llamó to tíu, de la empresa. Nun saben cuánto más van poder tener per esto. Tienes qu’emponderate, fíu. Sali alantre.»
     Pero Mancio yera feliz naquel turullu continuu de la borrachera y del trabayu, atochecíu, anestesiáu. Mirábala manso, como un perru acobardáu polos palos.
     Sicasí, aquella mañana,  la última, enantes de garrar la bolsa pa dir a trabayar faló-y d’una moza. Anueche baillare con ella. «Igual los conoces, a la familia…»
Y tuvo falando de que yeren de pa El Navaliigu, que baillaron…
«Sí, home, dizque a la so familia los llamen Los Bisiegos, porque siempre tienen mala suerte, pero yo, en viéndola, con aquellos güeyos restallaos, díxi-y, pero qué mala suerte vas trayer tu, prenda…»
     La ma sorríe. Dacuando les pallabres del fíu prienden como un aliendu contra les áscuares y fáenlu acolumbrar lluz y calor.
     «…y enantes de marchar, ma, diome un besu. Nun quería. Dicíame aquello de la mala suerte…»
     Un besu que sabía a ceniza.
     Y quedaron pa la verbena de San Pedro. Había que comprar ropa nuevo. Diba dir al barberu, tamién… El fíu marcha.
     La madre trabaya tola mañana poblando la casa. Tres hores dando vueltes a la cabeza… Los Bisiegos… Alcuérdase. Aquella familia… ¿Nun yera la que mataren siendo ella neña? Aquella familia que dicíen qu’andaba en tratos colos del monte y baxaron los somatenes y…
     Suena’l turullu pa despertala de los sos camientos. El turullu a mala hora.
     El turullu fendía l’aire, a deshora, como un badagüeyu prietu.
     Y ella sabe qu’esta vez sedrá la última que-y traen al fíu esfallecíu, enllenu de tierra y de sangre.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Calcetinos pa homes

Pelos cincuenta y sesenta venía un paisanu los díes de paga con un muestrariu y pichaínes pa vende-yos a los mineros que, col xornal en bolsu, solíen ser más xenerosos y gastizos y too –yos abultaba poco.
     Había que dase priesa: daquella los homes avezaban dar la paga a la muyer y llueu pidir tasao pa les pintes. Había qu’atacalos a la que salíen col llibramientu pa dexalos colos güeyos clisaos de neñu.
     La poca maxa nel mundu d’aquella xente resumíase naquel fardelu que’l paisanu despliegaba con una llingua qu’emponderaba la mercancía pasada de matute pelos fielatos: navayes de Taramundi col mangu de Texu; navayes multiusos trayíes de Suiza; miralloñes de vidru alemán que cabíen en bolsu y colos qu’agüeyar a les vecines peles ventanes; llinternes de pila petaca; vigorizador de pelo; colonia francesa en frascu pequeñu; pipes y tabacu francés qu’arumaba a santa ilesia; bébora bueno de señoritu en botellín de recuerdu: güisqui o coñá, xinebra de Xingalatierra; y si daquién se-y acercaba, o nun había sospecha de tar dalgún de la secreta, l’home chisgaba un güeyu y abría’l fondu secretu del maletu: periódicos pa solteros, soltaba risonderu, cartes d’amor de mocines casaderes y calcetines pa machos.
    Y si nun se –yos daba’l día, marchaben pelos pueblos, si los arrieraben bien, y si non espardiendo a pata’l pregonar: traigo’l mundu nel maletu, pieces de xabón, pañuelos, material d’escritura, bolígrafos y tinta de pluma, pluminos, meches pa chisqueros y tamién el periódicu de los solteros, y calcetinos pa hombres…
      Y Telva alcordóse de que los calcetos del home yeren miendu sobre miendu, que paecía que traía’l foroñu nes botes, y que nun podría baxar al economatu hasta qué si yo cuando. Entrugó-y al home qué númberu calzaba. ¿Pa? Igual tien el to númberu de calcetos Maside.
     Al home chocó-y la inocencia de la muyer.
     Y desplicó-y lo qu’escondía nel doble fondu de les pallabres: el periódicu de los solteros yeren revistes franceses de muyeres en porretu; les cartes de mocines casaderes, baraxes enllenes de sotes y los calcetos d’home o calcetos del amor, condones estraperlaos del exércitu. 

jueves, 28 de marzo de 2019

Al pie del pozu, un puticlú


Diba poco que sabíemos d’esi negociu. Nuna resquiebra del tunelín alcontremos revistes LIB, les del peruyu mordíu. Arremellemos los güeyos, encesos los papos por aquel mundu del que los mayores nos protexeren.
“Son putes”, espetó’l Turdu. Cagamentabáse y engarriábase por nada. En casa reñíase abondo y él taba resabiáu. Contestaba a les paisanes y facía-yos burlla. Sinvergüenza, dicíen-y. Nun-y daba más que fueren colo de chivase al pá. Esti yera viaxante y malpenes paraba per casa.
“Al pie de ca pozu, siempre hai un puticlú” dixo.
Un día les revistes desapaecieron. Daquién hubo celosu que les quixo pa sigo. Recreemos el so recuerdu en tardes infinites, hasta que daquién escurrió acercase al puticlú del pozu.
“Ye la casa que ta pintada de Rosa y trae Club Medianoche”. 
Petín prometió arramblar colos prismáticos que so pá traxere de Ceuta p’achisbar curioso. Dacuando díbemos en bici d’escursión hasta la escombrera.
Una vegada una de les muyeres acolumbrónos y cagóse na puta que vos parió, guajes del demoniu, o marcháis o llamo a los municipales… Salimos escentellaos. Sicasí, el Turdu paraba y chistaba “putina, putina”, como si fuere una pita.
D’entós echábemonos en suelu na escombrera. Nunca víemos nada. De tarde nun yera bon momentu pal negociu. Como muncho mirábemos la ropa tendío nun cable de poste a poste, por ver si gastaben como lo de la revista. El Turdu ríase. “A ver si van tar cagaes”. Fuimos entardando en volver a casa. Y un día, al escurecerín, vimos les lluces d’un coche. Petín miró y quedó blancu. Nun quixo dexanos los prismáticos. Pero el Tordu emburriólu, saltó per él y quitó-ylos de mala manera. Fuimos viéndolu esfondase. Reconocimos entós la furgoneta del pá baxo la lluz collorada del portal y vimos al paisanu posase y entrar, coles manes en bolsu. Al poco, una lluz na primer planta prendióse. Dos solombres xugaben un teatru sordu de caricies.
“Vamos”, dixo’l Tordu.
Aquel día deprendimos que’l mundu de los mayores podía resultar bien cuciu pa unos neños que volvíen a casa en bicicleta, ensin falar, sintiendo cómo l’últimu compañeru facía por afogar el lloru y surniaba.  

lunes, 25 de febrero de 2019

Ecomuséu mineru

Al pie d’un pozu, siempre había un puticlú. O al menos eso dicíen. Pelos cincuenta y sesenta venía un paisanu los díes de paga con un muestrariu y pichaínes pa vende-yos a los mineros que, col xornal en bolsu, solíen ser más xenerosos y gastizos y too –yos abultaba poco. El turullu fendía l’aire como badagüeyu prietu. L’agua del Nalón baxaba negro y si queríes dir a pescar, ríu arriba, más allá de Carrocera, l’agua taba llimpio y veíense les truches cebase –enantes de que soltaren los pescardos que-yos comieron les güeves. De va tiempu, dicíen, yá nun remontaba la corriente’l salmón. Ente los regodones, nates d’islán y cisca y pequí y acullá, como’l sarapicu, xurdíen les escombreres. Diba tiempu, dicía mio ma, cuando neña, anduvo al carbón, ensamando. Xunto col butaneru, la carroceta de carbón de Pepe y los sacos que xubíen a les cases con un hule a la espalda. Ente sacu y sacu, una pinta pinta vinu pa refrescase y depués, cantaraes. El llutu na casa onde asomaba la traxedia. La lluz matada. Los homes depués del entierru, nel bar semáforu, echándolo a cantaraes. «Mañana…», quién sabe. Ye namás una palabra. El pasáu gloriosu. La raza que se pagó cara. El trentaycuatru. Arguyu y solidaridá. Hai una lluz n’Asturies. Y había buscase ente quien tan fecho a la solombra taba. Les vagonetes que diben del Norte al llavaderu, a la hora del recréu, y la reciella pel patiu, «que pite, que pite». El maquinista risonderu, ¡¡piiii!!, ¡¡piiii!!, dexando tres de sigo una estela de ruíu y fumu. El cuarentayún y la fame. Dios nos llibre. El tocóte. Los coreanos. Los mil idiomes del proletariáu y la señardá de los pueblos vacios. La tus sangrina de la silicosis. Los `primeros de mes nel economatu. La llinia enllena de paisanos cuando nun había tantu coche. Los mítines y les pegatines. La esperanza encesa. Los cortes de lluz. Los cortes de carretera. Les grilleres persiguiendo a los nuestros. Dende la ventana la lluz azul de los fariseos. Insultos de muyeres que resquiebren l’alma.
Ecomuséu mineru de la mio infancia.

lunes, 28 de enero de 2019

Pitanza


Esto ye increíble… Nun me lo desplico.
Don Ladio pañaba les pites, sosteníales en pendolín y posábales otra vuelta. Nun yeren a tenese, amoriaben y dacuando adormecíen.
Tien mala, mui mala pinta, Dositeo. Solo falta que’l gripe –yos pasare a los animales. Yo si fuere tu…
Dositeo yera carniceru de poca monta. Na posguerra yá nun estocinaba gochos, nin xatos. Suañaba, como la llechera, dir sacando riqueza encadenada: vender los pitos pa facese con un cabritín; y  depués, un corderu y depués …
Yera bon piteru cuando’l gripe. Necesitábase caldo pa la xente y Dositeo, tafuñu, xubió’l preciu.
Dositeo, alloquecisti: que son pites, non nuvielles.
Pero Dositeo quería pasar de pites a xatos. Por mieu a que-y les robaren, dormía en chabolu, con un hule pa tornar la xelada y una paladientes pa tornar lladruecos.
Don Ladio yera’l mélicu. Avezaba cobrar de les faraguyes de los probes. Nun entendía a Dositeo. La xente taba dimpuesto a firma-y unos vales pa paga-y les pites a plazos, pero’l carniceru quería cobre.
Nun lu entiendo –dicía’l galenu, apurando una copina d’anís de guinda que sudara la botella, escosa. A lo menos, coles guindes, el neñu adondaría la fiebre na borrachera. Y de sópitu viéno-y la inspiración.
Dende la ventana víase’l piteru. A la nueche la muyer, por mandáu de don Ladio, fue tirando, espardíes, les guindes. A la mañana, les mui meruqueres espicotiaron hasta fartase. A eso de les nueve, cuando la muyer –y llevaba a Dositéu’l termu col café, les pites nun yeren a tenese en pie.
Ladio pasó col maletu.
Esto tien mui mala traza, Dositeo. Yo que tu matábales enantes de que te les prinde l’autoridá. Viéndeles a plazos, que vas salir ganando…  Mira que si tán del moquín igual te lu apeguen.
La muyer asustóse y puxó porque-y ficiere casu al mélicu, que s’ufrió pa estraperlar, nel maletu, y facer que firmaren los vales.
A media mañana’l pueblu afervollaba col trebolgar d’aquella pitanza y l’arume yera neblina duce que facía suañar, amoriando, con aquel caldu del que salía un tastiar anisáu.