sábado, 5 de diciembre de 2015

El debate educativo sobre el asturiano, ¿realidad o artificio?

A raíz de la carta de Ignacio Blanco Urizar, la última de la campaña asturfóbica de La Nueva España, creo pertinente señalar varias de las falacias que se vienen repitiendo para encaminar el debate hacia los lugares oportunos, que de manera torpe se tratan de esconder.
El asturiano, les guste o no, es una lengua. Y parece ser que salvo en parte de Asturias y de España, todo el mundo (la UNESCO, los principales romanistas de las universidades, etc.) lo saben. Negar esa categoría, constituye, cuando no una ignorancia, una falacia, encaminada directamente a negar a sus hablantes los derechos que les asisten (reconocidos por la Carta de los Derechos Universales y la Carta de los Derechos Lingüísticos, ratificada esta última por el Congreso de los Diputados, el 18-IX-96).
En contra de lo que se opina, el castellano sí es, pese a sus bondades imperiosas, una lengua impuesta. Lo es desde que es oficial; desde que se da en la enseñanza de manera obligatoria y lo es, entre muchas otras cosas, desde que debe acreditarse su conocimiento a toda persona extranjera que desee opositar a una plaza estatal (es una lengua impuesta a todos esos chinos, franceses, ingleses, pero también a los pakistaníes, polacos, rumanos, ucranianos, etc. de los que parecen olvidarse –igual, como los hablantes de asturiano, no existen en su mundo elitista y sectario; personas que también tendrían derecho a escoger).
Equiparar de manera gratuita a los defensores del asturiano con el nacionalismo, supone la misma falacia (por no decir canallada) que equiparar a cualquier persona religiosa con un fundamentalista; creer que porque en una escuela en que se enseña asturiano, se infunde el espíritu nacionalista equivale a igualar, cuando menos, la afirmación de que en un colegio, por dar religión, se infunde el fundamentalismo religioso.
Señalar al asturiano como culpable de los malos resultados PISA y afirmar que el 86% de quien estudia secundaria no lo cursa, delata que la enseñanza o no del asturiano no es pertinente en esos resultados.
No. No es del asturiano en sí de lo que estamos hablando.
Esta campaña en contra del asturiano proviene de la última de las reformas educativas.
El asturiano es, pues, un daño colateral. El verdadero motivo que esconden es qué tipo de enseñanza queremos, ¿pública, concertada, privada? Después de privatizar la sanidad, el agua, las cajas de ahorros, la electricidad y demás servicios públicos, ha llegado también a la educación.
El debate del asturiano, ¿realidad o artificio?
Pongámonos en antecedentes.
En la antigua ley educativa la lengua asturiana era de oferta obligatoria y elección voluntaria. Si una sola persona se matriculaba, al igual que ocurría con la asignatura de religión, el resto del alumnado debería cursar una hora de estudio sin contenido curricular para que la elección de cursar estas asignaturas no supusiese un perjuicio a quien ejerciese este derecho.
Sin ningún alumno/a cursaba la asignatura de lengua asturiana, podía darse otra (francés, chino, alemán, cocina…) puesto que no suponía una desventaja con nadie.
Misteriosamente (ironía modo on), en munchos de los colegios de la concertada, tácitamente, con la misma discrección con la que se que sistematizan las cuotas voluntarias, nadie optaba por el asturiano, cursándose (y ofertándose antes incluso de la matriculación) otra de estas asignaturas.
Con la nueva ley, religión y asturiano tienen una “asignatura espejo”. Es decir: la oferta ya no es abierta, sino cerrada. Se sigue teniendo la misma capacidad de decidir, pero entre religión y valores éticos (pues quien no es religioso se supone que es un incivilizado), o lengua asturiana y cultura asturiana. No hay pues, imposición, desde que hay elección. Lo que ocurre es que se les acabó aquella otra forma tácita de, ¿por qué no decirlo?, impedir a los padres, madres y o tutores legales que sus hijos pudiesen cursar asturiano en algunos colegios de la concertada.
No se puede chupar del bote público del concierto educativo y pretender funciones, poderes y prebendas de la educación privada. Justamente, quienes no podían elegir (y me consta que siguen en muchos casos sin poder hacerlo), son muchos de los padres, madres y/o tutores legales de la enseñanza concertada a los que, tácitamente, encaminan hacia francés o cultura asturiana.
            Sí. Yo creo que los padres, madres, tutores legales tendríamos que tener la opción de decidir. Yo quisiera que mi hijo pudiese cursar asignaturas cuya lengua vehicular fuese el asturiano, como ocurre ahora con el inglés o el castellano.
Discutible o no, es mi opción como padre.
¿Se respeta? ¿Se me dio la oportunidad de que mi hijo pudiese cursar, siquiera, en educación infantil la asignatura de asturiano? No.
Personalmente me gustaría que, además de hablar la lengua de Rosseau o de Voltaire se le transmitiese el mismo pensamiento lógico y racional.
En una hora pueden decirle a nuestro alumnado que el humano proviene del mono y en Esta Hora que viene de Eva y Adán. En una asignatura pueden decirle que hay que respetar las culturas y la diversidad cultural (no solo la lingüística) y en otra que todas las creencias (sobre todo las politeístas) están equivocadas, salvo la católica, apostólica y romana.
Esa libertad de elegir, cercenada por un Concordato predemocrático con la Santa Sede, que ha resistido a los embates de todas las reformas educativas, también pondría a la asignatura de Religión en su lugar.
Una inspección que velara, no ya por la gratuidad de la enseñanza concertada sino por la garantía efectiva de elección de los padres en todos los colegios, escuelas e institutos de las redes concertadas y públicas, ayudarían a testar la realidad.
En esa hora perdida con esa asignatura espejo (que no es de mi agrado) mi hijo podría aprovechar para aprender también la lengua de Montesquieu, y hasta su pensamiento racional. Así podría entender la artificiosidad de este debate, desmontar los prejuicios y falacias que lo adoban, y las verdaderas razones que lo mueven.

6 comentarios:

  1. Estimado Pablo, te agradezco la referencia a mi reseña en La Nueva España y la corrección del debate sin recurrir a la facilidad del insulto con el que recurren con excesiva facilidad muchos defensores del Bable como podría fácilmente acreditar. Yo opto por la libertad de elección de lo padres y también por la libertad curricular del centro para todas las asignaturas, no se porque pensáis que la libertad que pido para unas cosas no la pediría para otras. Me gustaría poder seguir este debate con más tiempo que me parece muy interesante y que no está convenientemente trasladado a la sociedad civil asturiana.

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  2. Estimado Pablo, te agradezco la referencia a mi reseña en La Nueva España y la corrección del debate sin recurrir a la facilidad del insulto con el que recurren con excesiva facilidad muchos defensores del Bable como podría fácilmente acreditar. Yo opto por la libertad de elección de lo padres y también por la libertad curricular del centro para todas las asignaturas, no se porque pensáis que la libertad que pido para unas cosas no la pediría para otras. Me gustaría poder seguir este debate con más tiempo que me parece muy interesante y que no está convenientemente trasladado a la sociedad civil asturiana.

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  3. Sr. Ignacio Blanco:
    Aunque no sean disculpable, creo que en buena medida dichos insultos son una respuesta proporcionada a algunas de sus aseveraciones (como en las que comparaba desde la cuenta de twitter que presuntamente usted gestiona -plataforma por la educación asturiana, en la que venía a comparar de manera sibilina a los defensores del bable con los extremistas islámicos que cometieron los atentados de París) o por el tono irrespetusoso ( como llamar Geranio a un consejero de educación y cultura). Es esperable, aunque no disculpable, que cuando uno salga en esos términos no les lluevan piropos. Evidentemente, esa libertad de la que usted habla no es factible y generaría múltiples diferencias (¿libertad curricular del centro para escoger la lengua vehicular, la tercera lengua, etc.?) Eso es una educación a la carta y personalizada, inviable máxime cuando usted quiere conjugar ambas libertades, la del centro y la de los padres.
    Está claro que a usted únicamente le importa que no le dejen escoger una tercera lengua (francés, alemán, chino... ¿rumano, sanscrito, veda?)en lugar de asturiano, porque si no incluiría las elecciones cerradas de religión y valores éticos en sus reclamaciones. Creo que el debate que hay que trasladar a la sociedad asturiana es otro: ¿por qué tenemos el profesorado con menos retribuiciones de la península y la mayor ratio? ¿Por qué con fondos públicos se sufragan unas asignaturas confesionales? ¿Por qué la inspección no actúa de oficio en aquellos centros de la concertada que exigen la "cuota voluntaria" bajo conceptos como "desgaste de patio"? ¿Por qué se extienden justificantes en concepto de donativo para la reducción fiscal a los padres y madres que pagan esa cuota, resultando así dañada la educación pública y la Hacienda del Estado?
    En ese debate pienso que hay que entrar. Con luz y taquígrafos.

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  4. Estimado Pablo. No tengo nada que ver con la Plataforma Educativa que refieres y que tanto interés tienen algunos en relacionarme. No es mi forma de actuar ocultarme tras perfiles que no sean el mío. En relación a la religión que tanto os interesa, mi opinión es la misma que con el Bable, libertad curricular y libertad de elección de los padres. En relación a estas dos libertades, la que da origen a la libertad de los padres para elegir seria la del centro a ofertar, de forma que los padres pudiéramos elegir entre las alternativas que nos ofrezcan los centros.
    Habría que profundizar más en este debate y me ofrezco a participar donde y cuando quieran, tanto para tratar sobre la libertad educativa que tanto miedo genera en muchos de ustedes, como para revisar la falacia de la que tanto hablan de los conciertos educativos, cuando son plazas que cuestan al estado la mitad que una plaza pública y tienen mejores resultados pisa.

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  5. Señor Ignacio Blanco: está claro que el anonimato detrás del que se esconden algunos perfiles lleva a estas situaciones. Lo siento, pues. Créame, la religión no me interesa y, aunque me interesase, considero que debe mantenerse en el ámbito íntimo, ese al que munchos quieren relegar el asturiano. Para pretender dar libertad, usted nos obliga nada más a dos optativas: la religión y el asturiano. ¿No podríamos elegir también qué lengua vehicular queremos? ¿No podríamos elegir qué asignaturas cursar? ¿Qué idiomas? ¿Quién debe escoger? ¿El centro ofertando o los padres y madres demandando? ¿Dónde y cuándo cercenar esa libertad de elección?
    Créame que la libertad educativa no genera ningún miedo en mí, siempre y cuándo se garanticen en igualdad de condiciones todas las opciones y se respeten -sin artimañas ni ratios mínimas-. En cuanto a los conciertos educativos, disiento en la concepción economicista liberal que usted hace del "gasto" o "coste", puesto que para mí no es un gasto sino una inversión. Está claro que en la educación pública habrá que invertir más, dado que a ella se deriva en muchos casos, aquel alumnado problemático o que no es rentable. Además, la educación pública garantiza la atención a la diversidad y pone los recursos encaminados a satisfacer con óptimas garantías el derecho del alumnado con necesidades educativas especiales. Esta claro, también, que esta variedad es una variable que puede hacer que los resultados varíen en una prueba externa como PISA. Pero los factores de superar con éxito PISA o no dependen no sólo del alumnado sino del enfoque educativos. Veo que usted desconoce que la carga curricular de las asignaturas va por un lado y el espíritu educativo de PISA va por otro. Además, para mí la educación no se reduce a obtener una buena calificación en PISA.
    Desconozco, no obstante, de dónde saca usted esos datos (discúlpeme la ignorancia) y me gustaría ver los indicadores que llevan a ellos para poder interpretarlos de modo más óptimo.
    ¿Cómo se consigue además una rentabilidad en educación? Fácil: mandando a los profesores al paro durante los meses de verano, por ejemplo. No invirtiendo en profesores de apoyo, ni en especialistas. Creando un circuito económico propio en el que yo mismo vendo los libros al alumnado (quedándome con las ganancias de los intermediarios -librero y distribuidora-, las agendas, la ropa...). Cobrando por las fotocopias y por conceptos como "desgaste de patio".
    Pero puestos a rentabilizar los costes del estado. ¿Admitiríamos una policía o una defensa concertada que nos solicitase una "cuota voluntaria"? ¿Admitiríamos una justicia en la que los jueces accediesen a sus puestos sin ningún tipo de prueba de acceso? ¿Admitiríamos que a las grandes empresas la inspección de hacienda se la hiciesen "servicios concertados"? Está claro que ello generaría brechas aún mayores entre quien puede costearse esos servicios o "retribuirlos" de manera generosa y quien no.
    ¿Por qué entonces con la sanidad y la educación sí?
    No me interesa para nada, de momento, su ofrecimiento. Está claro que nuestras posturas son del todo irreconciliables porque partimos de presupuestos radicalmente distintos y tenemos concepciones de la sociedad y del papel que han de jugar en ellas los poderes y agentes públicos que son incompatibles.

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