viernes, 20 de septiembre de 2013

Fundido a negro carbón, a muy negro carbón...

Al terminar las últimas huelgas de los mineros, esas que comenzaron el día 30 de mayo de 2012 como respuesta al recorte del 63% de las ayudas del plan pactado para la minería, se abrió para mí un periodo de reflexión.
     En un principio, cuando la huelga, movido por la sensación de solidaridad, quise crear un banco de recursos donde la gente pudiera apoyar a la minería con sus creaciones, bajo licencia creative commons que pudiera dar publicidad a lo que estaba ocurriendo aquí, convencido de que no se libraba solo la causa de la minería, sino que esto era el comienzo de un ataque a las conquistas sociales. Me espoleaba la historia de las huelgas del 62, cuando hasta Picasso dedicó aquel cartel y se firmó el manifiesto de los intelectuales de apoyo a los mineros.
     Me percaté muy pronto de que el tablero del juego y las reglas cambiaron y de que nosotros no nos habíamos enterado. Sí, de este lado -porque conviene dejar claro que no hay objetivismo y que la apolítica es también una postura política- no nos habíamos percatado del cambio.
     De entonces acá sigo analizando lo que pasó. Y algunas de las conclusiones -que son fáciles de extraer a toro pasado- son las que siguen y que pude exponer en el prólogo de Fundido a negro carbón. 
     A principios de abril contactó conmigo Montero, Monty. Lo conozco del pueblo, desde que éramos unos chavales, desde que una vez contacto conmigo para decirme que estaba recopilando material sobre lo que pasó en Asturies antes, durante y después de la guerra civil.
     Andaba por los montes entrevistándose con hombres y mujeres, recopilando información. Sigue en ello. Va y viene a Buenos Aires, donde se forma. Allí lo pillo este último episodio; cuando supo de él no fue capaz a despegarse de internet y tomó el vuelo para meterse de frente en la historia, para vivirla, para que nadie se la contase y poder contarla él.
     Le salió al encuentro.
     Volviendo para Asturies en el alsa, se dio de bruces con el corte de carretera a la altura de Pola de L.lena; tomó los bártulos, preparó las cámaras y comenzó un proyecto que cuajó en un libro: Fundido a negro carbón.
     Me pedía que le hiciese el prólogo.
     Al contemplar las fotografía reviví el conflicto.
     Repensé.
     Reflexioné.
     Ando todavía testando los errores tácticos.
Fallo al medir las fuerzas
    Hubo un error de lectura de contexto y un fallo de precipitación: la respuesta fue efectiva y rápida a la ruptura del acuerdo: anuncio de huelga general, corte de carreteras y encierro en los pozos.
    Desde que nace vinculada a una materia prima no renovable, el poder de la minería del carbón se va finalizando de modo directamente proporcional a su extracción, ampliándose a la par que se encuentran otros recursos que se obtienen de modo más económico o práctico. La minería ya no mueve el número de trabajadores de antaño: una huelga de vente mil personas tirándose a la calle es un problema de orden social serio para cualquier gobierno.
    A partir de las últimas huelgas fuertes (las del año 1991, en el pozu Barredo, en Mieres, donde me llevó mi padre) hasta la actualidad, en vente años el número de mineros en activo fue disminuyendo por no decir diezmándose; entraron las subcontratas y las prejubilaciones. Esta mengua tan grande de personal vinculado a un sector, concentrado en un territorio, hace que este sector pierda su poder: la huelga de la minería, acostumbrada a bastarse consigo misma para forzar negociaciones, acostumbrados a no contar con nadie, resultará insuficiente para forzar a un gobierno manifiestamenta de derechas con mayoría absoluta. 
     Diuide et vincera, diuide et impera
     El poder (gobierno, plutocracia, mercados...) comenzó el desarme de las conquistas sociales haciendo un gesto de fuerza: toda lucha necesita de símbolos y el sector del minero, debilitado, históricamente vinculado a las reivindicaciones obreras, era un fruto apetitoso que serviría para enseñar a otros colectivos (funcionarios, sanidad, educación, trabajadores en general) que este gobierno iba en serio y que amparándose en la mayoría absoluta conquistada con un programa que traicionó desde el primer momento, nada lo frenaría.
     Al principio fueron a por los mineros en activo, después a por las contratas, siguieron con los prejubilados... Suena tal que el poema de Bertold Brecht. Y a la par, cualquier inicio de resistencia fue expuesta a la opinión pública como un acto de terrorismo. Divide y vencerás: como siempre los "privilegios" de los mineros, lo mucho que ganan, lo bien que viven... Los mismos argumentos para ir en contra del funcionariado, de la sanidad, de la educación... Una sociedad que se mide por rentabilidad se convierte en un mercado salvaje sin resquicio ninguno para un ápice de humanidad. 
    Líbrenos Marx del neoliberalismo
    De niño en mi casa veíamos el telediario y hacíamos una lectura política. Mi padre siempre decía que en este país hay cosas que hace la izquierda (aborto, ley del divorcio, ley de las parejas homosexuales...) porque no puede hacer la derecha y cosas que hace la derecha porque no lo puede hacer la izquierda: entre ellas este mazazo a la minería. Pero no nos equivoquemos porque el neoliberalismo (eso que José Luis Sampedro decía que era el liberalismo de siempre camuflado con aires de modernidad por medio de la partícula neo-) respira en los dos grandes partidos políticos de España. Lo siento por los socialistas de verdad que militan en un partido que dejó de ser socialista, por la gente de buena fe que sigue en un partido -en muchos casos por tradición familiar- que tenía hasta no iba mucho la preocupación de reformar la Constitución para continuar la línea sucesora de la monarquía borbónica y que no dudó en reformar esa Constitución intocable y sagrada para contentar a los mercados.
     No sé mucho de historia, pero creo que Pablo Iglesias no fundó el partido para llegar a esas metas utópicas ni tanta gente se dejó la piel para que los gobernasen unas agencias que son las mismas que nos metieron en esta estafa que se llama crisis.
     Conviene no equivocarse ni echar en el olvido que muchas de las tesis de Soria las sostenían en Europa comisarios socialistas.
     Acostumbrados como estábamos a ver los problemas de manera gremial, sectaria, el poder actúa de manera sistemática, atacando diversos frentes en diversos momentos e intoxicando e impidiendo de paso cualquier sentimiento de confraternización y, por ende, de solidaridad.
    Vendieron privilegios donde nada más había acuerdos y convencieron a muncha gente de que las víctimas eran los verdugos y los verdugos las víctimas. Otra vez el arquetipo plutoniano del minero con rabo y cuernos. 
     Los medios de comunicación se encargaron de vender el humo de la barricada para que no vislumbrásemos el problema de fondo: la extinción de todo un territorio.  
     El minero. 
    Madrid obrero saluda a los mineros
 
   El problema de la minería no tiene que quedar en un problema que atañe solamente al sector. Hay que concebirse como lo que es: un problema social de unas tierras que va para cerca de dos siglos que vienen siendo expoliadas y saqueadas en la tarea de la extracción de carbón. 
     Llevo desde niño viendo las mismas pancartas y las mismas promesas de reconversión, viendo la incapacidad de unos gobernantes para decidirse a hacer un proyecto serio que vaya más allá de las aulas y los museos, de los edificios que se derriban por falta de sentido y de uso.
    El problema de la minería es un problema social porque la ruptura del pacto escrito se traslada a más frentes: la reforma laboral y los recortes vienen dándose desde antes.
     El problema de la minería es un problema social y territorial, y por ende, global también.
 
    Et in arcadia ego...
 
     Yo crecí entre las islas sucias y negras que quedaban en el Nalón; vi bajar el río negro del lavadero de Carrocera y cada domingo y cada agosto disfrutaba con el agua limpia. Algunas palabras me pesan en la conciencia y en el lado connotativo de la lengua: tajo, mamposta, costero, derrabe, grisú...
     No bajé ni una sola ocasión a la mina. Ese mundo oscuro, fundido a negro carbón me acompañó desde niño; fue herencia de un padre que dejó los mejores años en coladeros y chimeneas; de un abuelo maquinista y de otro que vino desde Fresno El Viejo (Valladolid) porque los hijos se le morían (se le murieron algunos) de hambre: y no es una figura literaria.
     Se acabó la época de la épica: las fotografías de Monty recogen no solo la parte aguerrida, el minero en lucha; recogen esa otra parte que hasta ahora quedó oculta entre bastidores, la parte más humana de la tragedia, esa parte en que nada nos es ajeno. La minería ya no es capaz de por sí a hacer temblar el gobierno de la injusticia. Tiene que ganarse el apoyo de aquella gente a lo que nada humano le sea ajeno. Porque eso son estas setenta fotografías: la visión humana del conflicto en algunos momentos, en algunos lugares.
     El objetivo de Montero (de Monty) tuvo la suficiente sensibilidad de no se dejar llevar por la senda de lo fácil, de lo que nos ofrecían desde aquel otro lado; es eso y mucho más. Supo erguirse frente a los cantos de las sirenas (con los que aúllan los furgones policiales) para darse la vuelta hacia las mujeres, los niños que juegan indiferentes a esas cosas de mayores; hay mineros que lloran, humanos, gestos de preocupación, incertidumbre... Todo lo que somos, fuimos y seremos. Una mirada hacia este lado que, aparte de retener (que no detener) la historia, cuenta y da cuenta de las sensaciones en una mirada estética y ética: la que nos dice que ni siquiera el objetivo de una cámara es objetivo.
     La nuestra es una guerra de resistencia y resistir es vencer. 
     Si nos vencen, si no resistimos, que nuestro fin sea un fundido a negro.
     A negro carbón.

 

     Salud y república.

 

     (Texto de la presentación de Fundido a negro carbón en el Atenéu de Turón el 19 de setiembre de 2013)

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