Las columnas y
artículos periodísticos constituyen producciones literarias breves, efímeras.
Nacidas al albur de los acontecimientos, parece que, como las noticias que
acompañan, se sumen en la caducidad de las mismas, que no suele durar más allá
de las veinticuatro horas. El periodismo es un Saturno devorando sus propios
textos. El medio, como decía, McLuhan,
es el mensaje.
Los libros, ese
otro producto tan reverenciado por muchos, desprestigiado o menospreciado por
tantos inmigrantes y nativos digitales, viene a trascender y hacer justicia con
muchos de esos artículos que se sumen en los papeles que protegen los pisos recién
fregados, los pliegos que se usan de envoltorios de las ferreterías…
En un mercado
editorial hipertrofiado de bestseller y de autoayuda, escamoteado de poesía y
de relatos, la aparición de un libro recopilatorio de columnas y artículos
periodísticos es una noticia tan buena como inusual, y por eso corresponde
saludar la valentía de Velasco ediciones para sacar adelante tan arriesgada empresa.
Testigo de un tiempo. 25 años de columnismo,
de Luis Arias Argüelles-Meres viene a hacer justicia con uno de los más
importantes cronistas de la Asturias política social y cultural. La de Luis
Arias es una carrera literaria cuajada de lealtades: la lealtad hacia sí mismo
y sus valores; la lealtad hacia sus referentes literarios y la lealtad, esta
sin duda la más preciada, hacia el público lector.
Testigo de un tiempo. 25 años de columnismo es
una muestra de ello. De su producción literaria (y aún a pesar del acierto en
sus incursiones narrativas) prima
siempre en Luis Arias la faceta de ensayista y columnista (empléense como
sinónimos, a gusto de quien leyere). Apremiados de urgencia, el de Llaniu no
desmerece un ápice en su vocación de estilo, fraguada con casi un cuarto de
siglo de dedicación diaria; acotadas de brevedad, en este territorio de no más
de equis palabras, encontramos piezas no exentas de profundidad. Mas si algo llama atención en el conjunto de
estos artículos es que están hechos de tiempo y a la vez buscan la
atemporalidad. Y gloso el pretendido oxímoron de la temporalidad atemporal.
Para empezar, nos encontramos en su título con “25 años de columnismo”, pero
los hechos de los que nos hablan abordan un espacio temporal mucho más amplio.
Valiéndose de las efemérides, Luis Arias remonta las aguas del tiempo, y río
arriba, evoca acontecimientos sociales y literarios (“En el 75 aniversario de
la muerte de Antonio Machado”, “Casi cien años de ceguera. En el primer
aniversario de la muerte de Solzhenitsyn)”, “Cuando ardió Barcelona”, “Poeta
del amor y de la vida. En el centenario de Miguel Hernández”, “Aquel referéndum
sobre la Otan (en el 25 aniversario de lzquierda Unida)”, “En el centenario de
Antón de la Braña 1913-1985)”…
Muchos artículos
hechos de tiempo y tantos hechos de muerte, porque sirve la última parada para
echar vista a atrás sobre personajes importantes, a modo de sentida elegía más
que de simplona nota necrológica:
Victoriano Crémer, Terele Pávez, Juan Cueto Alas, Macrino Suárez , Gerardo
Lombardero, José Luis Martínez…
El tiempo,
decíamos, dúctil en esta antología, es el tiempo subjetivo de quien aprendió (y
enseñó) que la función principal de la literatura ha de ser la de alzar el
vuelo y tomar otras múltiples perspectivas posibles para liberarnos de lo que
nos aherroja; la literatura es para Luis Arias Argüelles Meres la fuente de
liberación, la posibilidad de aprender de nuestros errores, de retomar el cauce
con aquella otra España que quiso ser tan posible y que no pudo (o no la
dejaron, más bien) ser.
Luis Arias es
un apasionado de la literatura y de la educación entendida al modo republicano;
y como apasionado de la literatura, le late esa pasión tan noventayochesca de
la preocupación nacional, alejada de patrioterismos estériles; al de Salas le
preocupa también su tiempo, nuestro tiempo, y sus artículos (bendita hemeroteca
en este caso) se muestran en ocasiones providenciales. No hay partidismo y esa
independencia (que tiene peajes que asumió con integridad) se ha convertido en
su principal valedora frente al público lector y a la sociedad: en estos artículos
se dispensan críticas a todos los sectores políticos, sin achicarse ante las
primeras espadas de la política regional, sin cebarse con los segundones… Pasen
revista a estos artículos y verán a los políticos principalescos retratados,
sus filias y fobias en página y media, de perenne actualidad.
Hablábamos de
su talante noventayochesco (no solo de tiempo se nutre el libro, no solo de
tiempo): el occidente es la Castilla de Luis Arias. El territorio que simboliza
el abandono del alma rural asturiana, de nuestra esencia, negada por una clase
política. No pocos son también sus artículos dedicados a denunciar la situación
en que se halla la región, y sobre todo la parte más deprimida, más abandonada
de Asturias (“La salsa de Salas”, “Elogio del occidente astur”, “Delirios del
politburó arecista”…). El occidente asturiano despierta en el verbo de Luis
Arias la melancolía y el compromiso a partes iguales; el patio machadiano
repartido entre las plazas ovetenses y la casona de Longoria… ¡¡Cuánto se echa
en falta su discurso del día de les lletres en este libro!!
Tiempo y
espacio de la literatura se articulan, son las columnas vertebrales del libro
de Luis Arias. Con su antología podrían enseñarse en las aulas la función
social y estética de la literatura; la importancia de los intelectuales; la
posibilidad de soñar con otro estado o con otro Estado, como hicieron los intelectuales
del primer tercio del siglo XX; sus artículos actualizan los clásicos, y con
ello nos ayuda a entender que son clásicos porque nos ayudan a comprender el
mundo en que nos movemos: Unamuno, Valle, Casona, Ortega, Ayala, Galdós, Blas
de Otero, Feijoo, Lorca, Machado, Miguel Hernández…
Un libro que
nos ayuda a sentirnos no solo testigos de un tiempo, sino protagonistas del
mismo.
Muchísimas gracias, Pablo Rodríguez Medina, por esta reseña tan lúcida y generosa.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, compañero.