sábado, 4 de abril de 2020

Tiempos y territorios del columnismo de Luis Arias Argüelles-Meres


Las columnas y artículos periodísticos constituyen producciones literarias breves, efímeras. Nacidas al albur de los acontecimientos, parece que, como las noticias que acompañan, se sumen en la caducidad de las mismas, que no suele durar más allá de las veinticuatro horas. El periodismo es un Saturno devorando sus propios textos.  El medio, como decía, McLuhan, es el mensaje.
Los libros, ese otro producto tan reverenciado por muchos, desprestigiado o menospreciado por tantos inmigrantes y nativos digitales, viene a trascender y hacer justicia con muchos de esos artículos que se sumen en los papeles que protegen los pisos recién fregados, los pliegos que se usan de envoltorios de las ferreterías…
En un mercado editorial hipertrofiado de bestseller y de autoayuda, escamoteado de poesía y de relatos, la aparición de un libro recopilatorio de columnas y artículos periodísticos es una noticia tan buena como inusual, y por eso corresponde saludar la valentía de Velasco ediciones para sacar adelante tan arriesgada empresa.
Testigo de un tiempo. 25 años de columnismo, de Luis Arias Argüelles-Meres viene a hacer justicia con uno de los más importantes cronistas de la Asturias política social y cultural. La de Luis Arias es una carrera literaria cuajada de lealtades: la lealtad hacia sí mismo y sus valores; la lealtad hacia sus referentes literarios y la lealtad, esta sin duda la más preciada, hacia el público lector.
Testigo de un tiempo. 25 años de columnismo es una muestra de ello. De su producción literaria (y aún a pesar del acierto en sus incursiones narrativas)  prima siempre en Luis Arias la faceta de ensayista y columnista (empléense como sinónimos, a gusto de quien leyere). Apremiados de urgencia, el de Llaniu no desmerece un ápice en su vocación de estilo, fraguada con casi un cuarto de siglo de dedicación diaria; acotadas de brevedad, en este territorio de no más de equis palabras, encontramos piezas no exentas de profundidad.  Mas si algo llama atención en el conjunto de estos artículos es que están hechos de tiempo y a la vez buscan la atemporalidad. Y gloso el pretendido oxímoron de la temporalidad atemporal. Para empezar, nos encontramos en su título con “25 años de columnismo”, pero los hechos de los que nos hablan abordan un espacio temporal mucho más amplio. Valiéndose de las efemérides, Luis Arias remonta las aguas del tiempo, y río arriba, evoca acontecimientos sociales y literarios (“En el 75 aniversario de la muerte de Antonio Machado”, “Casi cien años de ceguera. En el primer aniversario de la muerte de Solzhenitsyn)”, “Cuando ardió Barcelona”, “Poeta del amor y de la vida. En el centenario de Miguel Hernández”, “Aquel referéndum sobre la Otan (en el 25 aniversario de lzquierda Unida)”, “En el centenario de Antón de la Braña 1913-1985)”…
Muchos artículos hechos de tiempo y tantos hechos de muerte, porque sirve la última parada para echar vista a atrás sobre personajes importantes, a modo de sentida elegía más que de simplona nota necrológica:  Victoriano Crémer, Terele Pávez, Juan Cueto Alas, Macrino Suárez , Gerardo Lombardero, José Luis Martínez…
El tiempo, decíamos, dúctil en esta antología, es el tiempo subjetivo de quien aprendió (y enseñó) que la función principal de la literatura ha de ser la de alzar el vuelo y tomar otras múltiples perspectivas posibles para liberarnos de lo que nos aherroja; la literatura es para Luis Arias Argüelles Meres la fuente de liberación, la posibilidad de aprender de nuestros errores, de retomar el cauce con aquella otra España que quiso ser tan posible y que no pudo (o no la dejaron, más bien) ser.
Luis Arias es un apasionado de la literatura y de la educación entendida al modo republicano; y como apasionado de la literatura, le late esa pasión tan noventayochesca de la preocupación nacional, alejada de patrioterismos estériles; al de Salas le preocupa también su tiempo, nuestro tiempo, y sus artículos (bendita hemeroteca en este caso) se muestran en ocasiones providenciales. No hay partidismo y esa independencia (que tiene peajes que asumió con integridad) se ha convertido en su principal valedora frente al público lector y a la sociedad: en estos artículos se dispensan críticas a todos los sectores políticos, sin achicarse ante las primeras espadas de la política regional, sin cebarse con los segundones… Pasen revista a estos artículos y verán a los políticos principalescos retratados, sus filias y fobias en página y media, de perenne actualidad.
Hablábamos de su talante noventayochesco (no solo de tiempo se nutre el libro, no solo de tiempo): el occidente es la Castilla de Luis Arias. El territorio que simboliza el abandono del alma rural asturiana, de nuestra esencia, negada por una clase política. No pocos son también sus artículos dedicados a denunciar la situación en que se halla la región, y sobre todo la parte más deprimida, más abandonada de Asturias (“La salsa de Salas”, “Elogio del occidente astur”, “Delirios del politburó arecista”…). El occidente asturiano despierta en el verbo de Luis Arias la melancolía y el compromiso a partes iguales; el patio machadiano repartido entre las plazas ovetenses y la casona de Longoria… ¡¡Cuánto se echa en falta su discurso del día de les lletres en este libro!!
Tiempo y espacio de la literatura se articulan, son las columnas vertebrales del libro de Luis Arias. Con su antología podrían enseñarse en las aulas la función social y estética de la literatura; la importancia de los intelectuales; la posibilidad de soñar con otro estado o con otro Estado, como hicieron los intelectuales del primer tercio del siglo XX; sus artículos actualizan los clásicos, y con ello nos ayuda a entender que son clásicos porque nos ayudan a comprender el mundo en que nos movemos: Unamuno, Valle, Casona, Ortega, Ayala, Galdós, Blas de Otero, Feijoo, Lorca, Machado, Miguel Hernández…
Un libro que nos ayuda a sentirnos no solo testigos de un tiempo, sino protagonistas del mismo.

1 comentario:

  1. Muchísimas gracias, Pablo Rodríguez Medina, por esta reseña tan lúcida y generosa.
    Un fuerte abrazo, compañero.

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