(Texto leído en la entrega del concurso de cuentos en Ferney-Voltaire el pasado 6 de diciembre de 2012)
Un encuentro de dos mundos: dos orillas que se abrazan. La comunicación, básicamente, se reduce a esto. A un encuentro entre dos mundos, entre dos orillas: el mundo del náufrago que decide depositar todas sus esperanzas en un trozo de papel donde, con un pedazo de carbón, ha escrito su historia; y la otra orilla que espera, esa del otro mundo donde un pescador, marinero, navegante, esa del mundo del turista o de quien pasea y encuentra, semienterrada en la arena, la botella de cristal con el texto.
La literatura se reduce básicamente a eso. A un encuentro entre dos mundos y dos orillas: la orilla de la primera página, de la primera palabra y el trayecto (¡cuántas veces a la deriva!) hasta esa otra orilla que se abre tras la última palabra. Y en ese trayecto ser conscientes de que se han dibujado dos mundos: el de antes, el que empieza tras el final...
Se percibía el verano en el aire cuando supe de este concurso. Hacía dos años que había arribado de una penosa travesía personal y La vida de los otros fue el primero de los síntomas de recuperación con el que entretuve las horas sin clase y las guardias sin sustitución en el IES de Infiesto.
Una escena que había leído no hacía mucho se me había clavado como astilla en la cabeza. En Firmin, de Sam Savage, el protagonista, un ratón de biblioteca, se esconde en el conducto del aire y contempla con desolación cómo los familiares del dueño, que ha muerto, se sientan sobre la cama y al revisar sus objetos personales, encuentran un mazo de cartas. Las leen y recuperan así retazos de una vida que habían perdido. En ellas residen los minúsculos detalles de sus vidas; de muchos de ellos no guardaban memoria.
Desde otra orilla, desde otro mundo, les había sido devuelta parte de su vida.
Aquella escena rondó en mi cabeza haciéndome reflexionar sobre la idea de la identidad. Ese tema, tan literario, configura el quién somos y cómo llegamos a ser lo que somos, y a creer que somos los que somos. Aquellas reflexiones fueron consolidándose y solidificándose en forma de historia. Una vida gris y triste encuentra su redención arrancándole a una muerte reciente su oportunidad de poder ser.
Martina Ezvel, la protagonista, se carterá con una familia dela que acabará formando parte sin que nada los una, más allá de las cartas que redacta en la más estricta clandestinidad de su vida real, y en una lengua que hace tiempo fue de sus ancestros.
La ficción se convierte en su vida.
Atesora las cartas recibidas en maletas y el tiempo se mide por la piel ocre en que envejece el papel de los sobres. Armada de valor, Martina Ezvel intentará averiguar el sentido de la vida cuando acuda a enfrentarse con la realidad de su ficción, emprendiendo un viaje al encuentro de esa otra orilla, tan quevedesca: más no de esa otra parte en la ribera/ dejará la memoria en donde ardía/ nadar sabe mi llama el agua fría/ y perder respeto a ley severa.
No escondo que mi vida es ficción; que me identifico con Martina Ezvel. Para ambos el sentido de la vida se intenta desentrañar a golpe de tinta y caligrafía sobre un material tan perecedero como la propia piel: el papel. Como Martina, intento encontrar sentido a la vida amparado en la ficción, armando andamiajes desde donde enarbolar la belleza frente a un mundo que parece detestarla; robándole a la muerte, que también es el olvido, las historias que alguien nos contó o que simplemente habitan en nosotros. Porque somos, como decía Saramago, cuentos de cuentos.
Somos un breve párrafo en un libro al que no encontramos sentido; somos un trayecto breve en un discurso que aún no está escrito. Somos, y eso es lo más importante. Pablo Rodríguez Medina. Martina Ezvel.
Cuando, como Martina Ezvel recibí la noticia de que se me había concedidoel galardón, que tanto agradezco por lo que tanto supone, intenté reponerme; hice los planes para emprender el viaje hacia esa otra orilla, a ese encuentro con aquellas personas (marineros, turistas, navegantes, paseantes, pescadores...)
Para agradecerles que, cuando el aire olía a verano, se encontraron con un texto guardado dentro de un sobre que un náufrago de tierra adentro había compuesto para dar cuenta de sí, con el carbón abundante de la tierra de donde provengo.
Como Martina Ezvel emprendí el viaje que me trajo, amigos, amigas, lectores, desde la ficción, hasta ustedes.
Muchas gracias.
Genève, a 6 d'avientu de 2012.
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Pincha en La vida de los otros para leer el cuento.
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